miércoles, 7 de septiembre de 2011

UN LUGAR DONDE LOS MIEDOS DESAPARECEN



La primera vez que fui a un lugar como esté, estaba tan sólo que parecía una noche fría en pueblos lejanos. Aparentemente todo era alegría, todos se involucraban a tal punto que el contacto físico era común y hasta cierto punto aceptado. Recuerdo perfectamente que aquella fiesta era la de mi promoción, necesitábamos fondos para el viaje a Iquique y no se a quien se le ocurrió la gran idea de realizar una fiesta en el Salón Comunal de Recoleta. Aquellos días era para mi novedoso y vírgenes si es que la palabra encaja por supuesto, ya que regresaba de Lima y las fiestas que conocía allá no pasaban de observaciones a grupos de chicha que se presentaban en asentamientos humanos y en los cuales yo vivía. De todas maneras observando no me sentía solo, todo lo contrario, creía participar en las broncas que se desataban, en las chairas que dibujaban chuzos, en el ritmo de la cumbia cuyas letras delataban los casos de la vida y sobre todo de fortuitos amores o desamores. Pensé que al observar a las chicas me hacía hombre, más aún cuando tuve cierto romance con cierta flaca, siempre la seguía y está no esperaba minutos para ir a una de estas fiestas y yo siguiendo y todavía de afuerita y no se porqué. Felizmente pasaron los días y después de un arrebato me fui para el Cusco, ahora en la fiesta de promoción, si que me sentía solo y ya no era un observador, trataba de ayudar pero más hacía el papel de cojudo, sentía que la disciplina y el respeto no eran requisitos obligados, será porqué no entendía que es estar en onda….
Han pasado muchos años y cada vez que me encuentro en un lugar lleno de música, lleno de tragos, de mujeres destruyendo miedos y pasándola bien, creo haber comprendido porqué llamamos diversión a todo esto. Sin embargo no lo hago conocer a nadie, me lo guardo y disfruto a solas, similar a las lluvias que cuando caen, caen y caen nomás. En esta ocasión tuve la oportunidad de escuchar a un fenómeno, le decían Rossy War al extremo que el ritmo tan pegajoso amenazaba al más dócil y dogmático romántico y para que decir del rockero, todo era algarabía, todo era grito y hasta el llanto muchas veces se hacía presente, al margen de los veinte millones de personas que lo bailaban, todo era !Ayayai…carajo!.
La fiesta había comenzado hace buen rato, sólo que entre conversar o entrar de frente a la cuadrada casilla de baile se pasaban por dirimir los principios juveniles y dejar limpio el cuerpo para ser participe del reventón, uno tranquilamente podía bailar con el enemigo a distancias mínimas o con el amor de tu vida a espaldas pero lo que más me entretenía, era las filigranas de cada cuerpo con el ritmo de la bulla, algunos creían caminar en la Luna, otros disparaban brazos y piernas a un vacío donde el aire y las miradas era su límite, todo ello siempre bajo la tutela de un rock occidental o un grupo de rock literalmente agusanado por el libertinaje y la paz, francamente no me cagaba de risa porque yo también era uno más y no sé si la diferencia de observar o sentirse solo me hacía más estúpido. Por otro lado me costaba aceptar que la música fuese arte cuando su melodía incitaba a mover el cuerpo, a dar ritmo y armonía a tus brazos y piernas y por lo demás juerga era la última palabra.
A estas alturas ya había saludado a todos los que conocía, todos eran mis amigos; el de cabellos rizados fue el primero que me pregunto ¿Qué tal? Y el de polo blanco me dijo: “compadre ¿te estas divirtiendo?”, a lo que yo conteste: “bien, hacemos lo que podemos”. Lo importante era bailar para no estar sentado con un trago entre manos y conversando estupideces que desnuda cualquier cosa. Descubrí el ritmo de “You love”, de “Roxana”, de “Sultans of the Swing” y cada vez que metaleaba sentía la energía distorsionada y no solamente lo sentía yo, sino todos los idiotas, algunos tarareando, otros alucinando tocar baterías, tocar guitarras o simplemente saltar, mover el cuerpo como marioneta discordinada, y; entre Foreiner y Queen ya había logrado recordar los desmanes de los Gun’s & Roses y de AC-DC, lo peor del asunto era que los desmanes rockeros se gestaban aquí y aparecían en las fiestas de pueblos profundos y apretados de los Andes.
La amiga de blusas apretadas, la de ropa negra, la de cabellos lacios, aquella que más me gustaba no hacía otra cosa que gritar y joder a todos los presentes, el rojo-azul de las luces se entre mezclaba, el centelleó del blanco se empapaba entre nosotros, el humo ranceo y cargado ayudaban a sudar hipócritamente entre tanto trago que viajaba por vasos y laringes, espectáculo baconiano. Vi en aquella fiestita el cambio de ritmo, los famosos empalmes que de un momento a otro te llevaban del rock a la salsa o mejor aún, a Rossy War. ¡Qué tal pacharaqueada! Una vez más veías a tu amor imposible haciendo de las suyas, poniendo el esfuerzo máximo, veías a un Don Juan, arrinconando tal vez a tu mejor amiga. Pasaban los minutos y sentías los celos diáfanos, de aquellos que tus ojos no podía creerlo, de aquel chape que atinaba a sofocar tanta vergüenza, de aquellas manos que pasaban ligeramente los muslos, las piernas y quien sabe que más, ¡No podías creerlo! Pero era cierto. Dejabas el ritmo hueco del rock para en el merengue aburrido amargarte y tratar de llorar y tras una pausa dejabas sentir la mano extraña, el timbre pendejo que esta que te jode o muchas veces la risa amiga o la sonrisa alegre de tu amigo que no hace otra cosa que complicar y ser cómplice de aquellos celos, de aquel estúpido que nisiquiera lo quieres, sino que lo adoras como a Dios, pero sabes que se pasará, que habrá otras oportunidades, otras manos viajeras, otros ojos perdidos en tu sonrisa, total sabes que habrá y mientras eso que mierda, mejor seguir toneando, comprendiendo el ritmo cumbiano, el paso mejorado, lanzar por ahí la crítica respectiva, pero por otro lado también puedes observar a las parejitas estúpidas, a aquellas que brindan de amor, que hacen pleitesía a lo oscuro, te ganas un ratito tratando de ver que cosas hacen, ¿Si se miran? ¿Si se besan? Con ellos el espectáculo es aparte; y en vista que no puedes ver más, no sé si podrías hacer una excepción y me das una miradita a mi, a aquél que te observa como sapo de ciudad y como sapo de los andes, que dicho sea de paso piensa cojudezas. Piensa en observar las pinceladas que se crean en estos antros de perdición. Crítica todo a pesar de bailar como arbolito de dos años con vientos de Agosto, y no sé si te diste cuenta que lo mejor de todo es que estamos bailando hace buen rato y hace buen rato que he vuelto de aquel viaje en donde mi primera vez no cambia hasta ahora, y tu sigues con tus celos endemoniados, con tus lagrimas ahogadas, con tu pasito de nube tranquila, sabes que te estas dando valor, que estas destruyendo tus conceptos, tus principios y lo mejor aún, es que hace tiempo que puedo presentirlo, los presiento de todos los que están en mi entorno y no sólo de ti, sino también de aquél pata que esta a mi lado, de aquél que su flaca lo plantó y que a él ni le importa, también puedo presentir lo que le sucede al de polo blanco que en otros tiempos lo llamé místico y que ahora por amistad lo reconsidere y ya no lo insultó de esa forma, él es otro caso, siempre le gusta meterse uno de los buenos, siempre le gusta levantarse a una de las buenas, para él la vida tiene sorpresas, sorpresas tiene la vida… Pero sigamos, mientras todos se embriagaban, un ejemplo de morbo no esta de más: la amiga de la blusa apretada volvía estúpido a cualquiera debido a esas dos voluptuosidades que bailaban en un pecho isofacto de acuerdo a la estructura del observador, a algunos les costaba aceptar que estuvieran en el infierno, pero como veras tu sigues bailando a la deriva, estas contribuyendo a todo. Ahora no sé que sucedió y todos empezamos a bailar uno tras otro, ir de un lado para otro, parecemos niños jugando, parecemos idiotas riendo, a mi sinceramente me llega, ya no sé donde estas, ahora estoy con el de cabellos rizados y con la flaca de ropa negra, ya estaba empezando a cansarme y estaba pensando seriamente en sentarme cuando de pronto unos ojos no me lo permitieron, lo vi un instante gracias al brillo del foco de punto que por un segundo me lo alumbró, era ella, una loca que conocí no se donde, ¿No sabía que hacía acá? La vi utilizar uno de sus mejores pasos, la vi atrapar al de polo blanco, la vi como se lo almorzaba bailando y después me dije: “!achachau¡”…. “ya fue”.
Pasaron los minutos e intente un acercamiento a la de cabellos lacios, a la que sufría o disfrutaba, ¡No sé! Total, la cosa era que estaba un poquito lejos, entonces tuve miedo por un momento, no quería seguir a nadie, comencé a ser idiota aunque no lo soy, comencé a investigar la mejor ruta para poder verla, tome consciencia de que estabamos en el infierno, tuve discusiones internas entre mi yo y todos los compadres incentricos del psique, la voluntad exigía más consideración, el orgullo ni opinaba y el señor miedo se hizo el invidente, así que como no existía me dije: “a la carga”, esto sé estaba transformando en valor o en algo similar a la sinverguenzura. El valor tiene tantas caras que una de ellas parte del subconsciente humano, del interior juvenil, de aquél que pide a gritos vivir y vivir. Empecé a moverme, a dejar atrás el apasionante ritmo de Shakira, a olvidarme el pasito del estúpido, empecé a recordar la fiesta del día siete, aquél donde a tanta insistencia ella cedió, todo estaba legal, todo estaba a punto, habíamos avanzado esquina por esquina, trago por trago, mano a mamo, habíamos atrapado besos asquerosos y caricias paganas, seguíamos avanzando por el rincón de la oscuridad, por el pasadizo que se dirige al baño, por aquella puerta que estorbaba y que a tanto movimiento humano se abrió, íbamos entrando a un lugar sucio, apestoso pero digno para destruir miedos, todo iba bien cuando empecé a introducir mis manos y ella aceptaba con más delirio, toda estaba de maravillas hasta que salto y empezó a decir no sé que cosas, y yo le dije: “calmate” y la loca de mierda se puso a gritar, a llorar, yo tuve que arrancar rápido, veloz, salí disparado, tan disparado que ahora de nuevo me la vuelvo a encontrar en esta fiesta, sólo que ahora estamos de espaldas, no se da cuenta, ni sabe que estoy haciendo la finta de bailar por tratar de sentir su cuerpo, aquél que me fue negado, además mi objetivo era otro, ir tras la de los cabellos lacios. Trató de avanzar caleta y me sale muy bien, no sé donde lo aprendí, por fin me la sacó del lugar y por fin puedo contemplar a la de cabellos lacios que si sabe de Shakira, sólo que ya esta hablando con otro tipo, a él ya le dijo su nombre, a él ya le soltó su cabello, a él ya lo esta paralizando, ya le sonríe, ya lo mira, mientras que yo, a la mierda una vez más, bueno; mejor me doy media vuelta. Decidí abandonar la empresa, deje de bailar y al abrirme paso entre la gente me di un choque con la loca, quién me observó, me miró desdeñadamente y luego me sonrío, yo me quede “stone”, al darme vuelta, un tropiezo casual me llevó a pedir disculpas, el pata me miró y se da cuenta que era el tipo que bailaba con su ex flaca, no me quiso dar las disculpas, todo lo contrario me empujó y yo de nuevo le digo: “disculpa choche” pero era tarde, se pone bronco y me empieza a insultar, a lo que yo conteste: “suave compadre”, “cual compadre huevón” y se armó la grande donde yo zafo más rápido que apurado, ya que mi pata, el de cabellos rizados empieza a sacar cara y a repartir combos y patadas a diestra y siniestra, el de polo blanco también salta, hasta la loca lanza sus ajos y cominos, no se como vi el puñete al ojo de un pata, parecía lento, porque lo vi volando de un lado para otro, a mi sinceramente no me gustaba la peleas, trate de separar a estos giles, sentí el desplazar de una patada, el sonar de la camisa, la caída de un bulto que no era otra cosa que la espalda de un tío, sentí el descoser de un pantalón como la herida que se habría por culpa del valor, por culpa del miedo congelado, condensado como la bulla del caballo en un paraje de invierno, presentí un gancho en mi espalda y el tremendo alboroto que formaba un chupo de gente con piernas y brazos disparándose entre si, la música seguía como si nosotros bailáramos al ritmo de Shakira, tarde era nuestro pesar cuando al parar la música y prender las luces domesticas la bronca ya se disipaba y se sentía la tranquilidad, no pude ubicar a la de cabellos lacios ni a la loca, ¿Qué habría pasado? Más tarde continuaba igual que antes, como si nada hubiera pasado, yo por el momento estaba calmándome y tratando de buscar explicaciones a lo irreal, a lo creado por una sociedad, arranque con la reflexión acostumbrada: “de la culpabilidad” y termine estirando ideas a la margen izquierda de la barra o lo que quedaba de ella. Escuche los gritos de orden, “los vamonos de acá” ¿Qué huevada? Sin embargo mis pensamientos me obligaban a tener una nueva versión de lo sucedido, recordé que iba desplazándome en plena pista de baile, cuando me estrelle con un joven, luego las cosas se armaron y comenzó el asunto. Entonces comencé a deducir: que estas fiestas sí fueron creadas para algo, debió haber sido para perder el miedo y sacar el valor del interior, deshacer prejuicios y afectos de timidez, digo esto porque mis amigos allí no eran los mismos, sobretodo cuando el alcohol mermaba en ellos, algunos entraban en crisis psicológicas, otros daban rienda suelta a sus instintos, muchas veces las cosas acababan muy mal a extremos que en días posteriores las caras eran inciertas, los cuerpos eran cambiados, cada vez que ocurría esto una marca corría por la mente del amigo que había destruido miedos, al reincidir las marcas crecían y a los amigos ya no se les podían observar como antes, ya estaban marcados, ya estaban totalmente deteriorados o como científicamente se le conoce, “ya estaban alienados”, creían haber acumulado experiencia, valor obsesivo, crecían apresuradamente y soñaban con el dialecto derivado y las ganas de divertirse nuevamente, no sabían que alienaban su mundo interno, que perjudicaban su miedo, aquella virtud que tiene que ser amoldada para la convicción y luego para la fe, una fe inquisidora, una fe filosófica y no una fe cojuda como la que se da a la religión que papá y mamá te inculcan, no esa estúpida fe piadora o rezadora o misteriosa, todo lo contrario, es o debe ser una locura de fe punzante, que debilite las alienaciones, que debilite lo extranjero y amalgame lo autóctono, que identifique inocencia y no vértigo de tragos y sexo. Continuaba tratando de retocar mis pensamientos y la falta de ayuda me invitó a dejar este antro o esa casa, me sentí en un tiempo condensado a la oscuridad de un cuarto, parecía una mosca en tinieblas, una mosca atravesando la serpentina colgada, sólo que ella caminaba por el borde interno y plano tanto así que muchas veces miraba arriba mientras caminaba y miraba abajo cuando la ruta de la serpentina doblaba como tirabuzón o como hélice, la mosca continuaba toda racional, los jóvenes continuaban todo irracional, todo valerosos, ni la oscuridad, ni la música, ni cualquiera carajo los haría cambiar. Medité un poco más cuando me desplazaba a mi casa, resucite a la de cabellos lacios e hice que me acompañase platicando, conversamos demasiado que llegamos a las mismas conclusiones y a las acaloradas ideas de amar y odiar cuando existe un lugar donde los miedos desaparecen, nos despedimos con una sonrisa y cuando trate de entrar a la casa ella estaba ahí, única y callada, original y real, el silencio de la madrugada avisaba que la habían choteado y que papá seguro la estaría esperando con palo, la observe meditabundo, me detuve a su lado y no conversamos nada, en mis pensamientos le dije que ya me habías acompañado, que ya habíamos conversado, trate de acariciar su cabello y limpiar sus lagrimas cuando escuché a mi madre decir: “estas son horas de llegar”, “vas a ver ahora”, entonces nos agarramos de las manos y escapamos no sé a donde, seguro era un lugar donde los miedo desaparecen…


Willkanina 2000

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