miércoles, 7 de septiembre de 2011

¿CÓMO MUERE EL AMOR?

“Aprendí a caer y me levante”
Como voy a entender la base de los obstáculos si la ventana por la que observo es angosta, se aclimata de mis horas de insomnio, de preguntas perdidas en las paredes; desea la piedad de los escogidos y me indica que no soy exigente, soy desleal conmigo mismo, el día que le dije adiós se había repetido ya una par de veces, nada fuera de lo cursi, solo seguía mis instintos, uhmm, mejor dicho mis principios, no me importaba si salía herido o peor aun que ella salga herida, que sufra, que llore, total así es la vida, por algo debe ser, me decía. Cuando ubique a Hector, aquel amigo de muchos años, me sorprendía todavía el curso de la conversación que teníamos, por lo general íbamos de lo trivial a lo complejo, pasando por ahí con lo de “me llega….” hasta la insolencia de recibir llamadas de mamá a media noche cuando junto con Santiago escuchábamos conversaciones diáfanas de amigas arrastradas al encaje urbano, bueno con las disculpas del caso, siempre pienso en las chicas como si fueran las estrellas del horizonte cuya hermosura se disipa después de una severa observación o conteo forzoso de segundos.
Hector cuyos ojos focales a la incertidumbre conjugaban su entendimiento de la rutina con los factores de la práctica, solía escudriñar alguna devastación y hacia escombros revueltos de situaciones adversas como yendo en contra de la política liberal o conservadora, esa resonancia de severidad se reflejaba en sus quehaceres, por lo habitual pegados a una hoja de ruta constante y apretada. Yo había visto a Hector con un gorro de beisbol verde y siempre con esa sonrisa enchapada, a veces lo dibujaba delgado, a veces practicando algún tipo de arte marcial. Todo lo contrario sucedía con Santiago, a él le importaba poco la luchas cuerpo a cuerpo, excepto los que sucedían encima de las cuatro perillas, como era de suponer Santiago compilaba en su rostro, un cabello ralo y siempre a punto, habitualmente tenía un tic que se reflejaba cuando hablaba y movía sus ojos pequeños al compas de unos anteojos que encajaban con su mirada. Muy diferente a Hector que le gustaba estar sin cabello lo cual combinaba con unos ojos verdes oscuros abrumando su rostro a la sonrisa emergente que siempre brindaban a los demás especialmente cuando no pronunciaba adecuadamente un término o no lo utilizaba correctamente o cuando desconfiguraba una relación gramatical en cualquier atropello informal de una conversación de café, como el de aquella tarde, nosotros muy compungidos asistimos una vez más al descalabro de los avatares de la vida en una mesa alejada, en un rincón de un café que nos era familiar, sentados ahí con desaliento al inicio y después en orden de burla si era necesario pero bueno observando una vez más a Santiago pegado al móvil, al celular impaciente y contestando: - Si Juliana……- luego se arremolinaba a tientas, cambiaba de actitud especialmente cuando no llegaba a un acuerdo con la tal Juliana, como sucedía en esos momentos, la novia que lo tenía a más de mil kilómetros, dice que no la ama, que se burla de él, que a pesar de darle todo, ella no lo considera como tal… y una cantaleta que se repitió siempre. Ese día después de la conversación, Santiago empezó a temblar y nos dio miedo a Hector y a mí. En un momento reímos y a los minutos dijimos: “estas bien”. El contesto: “esa mujer me está haciendo enfermar día a día”. Hector dijo: “hasta cuando vas a seguir así”. Por lo general repetíamos guiones y escenas similares, sino le sucedía a Santiago, le sucedía a Hector o sino a mí. Santiago devenía en cultura anonadada de enamorado perdido, a veces entraba en un sinfín de preguntas, respuestas insulsas, incomprendidas porque aparentemente no encajaban con lo que supuestamente debía ser: EL AMOR. Yo creía abastecerme de los ideales que sembrábamos en cada conversación algunas veces en un café del centro de la ciudad, en otras ocasiones en algún bar donde inexplicablemente no probábamos una gota de alcohol.
¿Que debía hacer? Contarles al detalle todo lo que me había pasado, pues no, con lo esencial y básico era suficiente y al momento la conversación giraba en torno a Dios, a la vejez, al sexo, a la broma, a la idiosincrasia, a los Incas, al trabajo y a la misma mierda de vivir así, una línea patética del devenir hasta que no sé como a alguien se le ilumino el negocio del siglo, la sociedad deseada para emprender un arriesgado plan de negocios, empezamos a planear el negocio del futuro, todo sería novedad empresarial, buscamos lugares, encajamos presupuestos, acciones, modos de entrar a la bolsa de valores, hablamos de administradores, de personal eficiente, de mejora continua, de empoderamiento, etc., al final de la noche, como suele suceder en toda conversación de amigos, las ideas terminaban en la mesa del local de turno, una vez más entre carajos y risas…
Las horas transcurrieron mientras pensaba en lo que le había dicho a Ella. “Adiós”, “Cuídate”, salí corriendo del lugar mientras sentía sus lagrimas, su dolor, aquel llanto aletargado a la infinidad de preguntas que aplastaban su yo. ¿Qué había hecho Ella? Quizás intentar amar sometido a la vulnerabilidad de los cimientos que los principios de mi persona no aceptaban. Ella no me entiende. Ella no comulga con mis ideales o es ajeno a mi forma de pensar, mi forma de vivir, no señor, nunca entenderá. Sentí sus lágrimas, sus sueños destrozados, me fue indiferente.
La noche se trasladaba a un ritmo más nostálgico y había llegado la hora de despedirnos. Héctor insistió en tomar un mismo taxi y como suele ser habitual en todas las veces que nos separamos, nos dirigimos a la casa de nuestros padres donde aún vivimos comprendidos a la realidad del niño de casa.
Al acostarme en la cama, las ideas aparecieron nuevamente, la vida una vez más se mesclaba con el valor intrínseco de los ideales. He vivido con la costumbre, he sido el peón de la vida urbana nefasta y cruel. ¿Qué he aprendido? Si no, realizarme y encajar en el engranaje de este aparato, de esta rueda que intenta desplazarse hacía un tiempo diferente y es en este afán que mis objetivos se encierran en la perfección. Me despojo de la paciencia e intento llorar por Ella, qué culpa tiene Ella, porque tiene que sufrir por mí, si le gusta el arte, le encanta las híper estructuras, vive con el cielo azul paralizado a teoremas, ella está bajo esquemas surrealistas hincando las virtudes diáfanas que a veces odio. Recuerdo su mirada y me ausento con el suspiro obligado, porque yo, si de algo debo llorar es de los compromisos y de las promesas, no habrá nada que cuestione la decencia de la vida, el fin supremo del actor social, nadie intentará cambiar que yo ame el AMOR, la divina providencia o el espíritu indomable de la realidad, mucho menos Ella que después de embarcarse en un sinfín de pecados o errores tenga la desfachatez de predicar con amor algo que no está en la capacidad de definir. No señor, imposible entender el otro lado de la orilla.
Me decía en el transcurso de varios meses que estaba enamorado de un tipo, dicho personaje había sido textualmente: el amor de su vida, sin embargo la relación se fue deteriorando a tal punto que Ella conoció a un tercero y así nomás lo fue dejando. No entendía el motivo del desamor, claro que, se podría suponer que algo fallaba, la falta de comunicación, la inseguridad, los mil pretextos, la falta de cariño, de caricias eternas, de chocolates y bombones, quizás las expresiones del amor en aquellos besos acalorados, radiantes de miradas emocionadas que solamente se pueden entender en la intimidad, aquel apachurramiento de abrazos, del desliz de las manos que hacen vibrar el cuerpo, que se afianza en cortos circuitos, acurrucados cuerpo a cuerpo desvelando pasiones incomprendidas o desconocidas, quizás miles de cosas enganchadas en el cuerpo de toda mujer no estaban siendo aprovechadas como tal, es difícil entender ¿Quién se equivoco?
Ella me decía: “que las cosas iban muriendo” Yo me preguntaba a media noche observando las estrellas por el tragaluz de mi habitación desordenada. ¿Cómo muere el amor? Muere con un puñal clavado en el corazón, con una mentira, con un disparo de un revolver, con un golpe en el pecho, con un puntapié en el trasero, con una mirada o quizás muere con una palabra. A veces imagino que el Amor muere por falta de oxigeno, súbitamente se retuerce y cae al vacio, se va deshaciendo y desprendiendo en pedazos de recuerdos en algunos casos nostálgicos en otros amargos. A veces reconstruyo el edificio del Amor en estructuras poderosas que aseguran un movimiento lineal, no se devastan por el terremoto, se auto regulan por su matriz estructural: el deseo de hacer el amor, regla general del siglo XXI, principal motivo de conceso entre una pareja, cualquier oposición sería contradecir la liberalidad, uhmm, imagínense señores, decir que nos amamos si no hubo de por medio una relación sexual… así va estos tiempos a tal punto que se puede perder la cabeza, la familia, el trabajo, la casa, la ciudad donde habitas y en algunos casos la vida. El Amor se hace completo cuando los amantes tienen contacto carnal e instintivamente asumen un compromiso duradero que abre un abanico de sentimientos. A esta situación se le debe considerar un motor social empero malicioso, dañino, virtuoso, estremecedor, enigmático, misterioso, biológico, aterrador, simpático y a dormir…
Al día siguiente cuando asumí mis responsabilidades, reflexionaba en mis opiniones. Ella debe estar sufriendo, pues, que siga así, finalmente el mundo no se va acabar, además la naturaleza te brinda oportunidades sino estas cerca de ellas o no las sientes, pues así será, todo continuará, menos las lágrimas de amor o de impotencia o de muerte o de vivir tan estúpidamente como solían decir Santiago y Hector. La vida te da parámetros nuevos a medida que pasa el tiempo, todo va girando, todo se hace placentero a los ojos, a los objetivos a la vida urbana, metropolitana, cosmopolita.
Yo seguía pensado en las palabras apropiadas que utilizaría para explicarle a Ella el porqué de mi actitud, una fuerza interna me indicaba que hacía lo correcto, ahora, una vez pasada la mañana, no había síntomas de mejora en mi corazón, reflexionaba en la línea de mis ideales, ora prácticos ora patéticos. Yo soy así, a mí nadie me cambia, mi vida es rígida, es un conglomerado de acciones, si me propongo viajar, tomo la mochila y me voy, si me propongo entrar en debate, lo hago, si debo cumplir con la siesta de dos a tres, lo cumplió, uhmmm, excepcionalmente me alejo de algunos parámetros de mi vida. Bueno, tenía que hacer la llamada telefónica, y pues, no lo hice, me contuve y me dije a mi mismo, que siga llorando, se lo merece, si no cree en mi, si no cree en Dios, si no cree en la Pachamama o en el cielo azul, en el atardecer que se producía cada vez que la recogía del trabajo o en el único beso sincero que le di; allá Ella con su problema. Tome el móvil y marque el número de Santiago, al otro lado me contestaba una voz apagada o extenuada, creo que interrumpía un suplicio o una humillación. Me dijo: “estoy en el aeropuerto”, ya no dije nada y colgué, se sobre entendía la respuesta. Me dirigí a mi trabajo y entre que me desplazaba a pie e iba en el bus, su imagen aparecía… ¿Qué sucede? ¿De qué principios hablo? ¿Qué culpa tiene Ella? ¿Por qué actúo así? Tome el móvil y la llame, sentí un escalofrío y al segundo su voz sonó lejana, le dije: “Hola” y Ella me reconoció la voz y me dijo ¿Cómo estás? Paralice el tiempo y pensé contestar “estoy bien” “eso creo”, pero no le conteste así, le dije inmediatamente: “quiero hablar contigo, ¿Puedes?” y ella algo extenuada o sorprendida me contesto: “está bien”.
Recordaba el día que la conocí, yo debía decidir entre seguir con lo mismo o cambiar de rutina, debía decidir entre decir la verdad o seguir ocultando la verdad. Aquella vez, el amor había escalado posiciones inexplorables tenía atado una responsabilidad, tenía que indisponer la situación acusando al amor de aquella época, debía decir la verdad y sacrificar todos los sentimientos que se acumularon en el tiempo respecto a esa persona que me enamore, indistintamente de la realidad lo primero debía ser. Así que no me importo el trabajo, los amigos, la familia, el sistema y la acusé… Días después me di cuenta que hice lo correcto, pues ella se aprovechaba de la situación, de mis sentimientos y creía que sería incapaz de hacerlo claro que, sabía que ella no me amaba y pues, no calculo que la razón iba triunfar, “se fue de boca” como se suele decir por estas latitudes. En estos días no me arrepiento de lo que hice y lo asumo hidalgamente, no obstante; con la chica del presente la situación es distinta, aquél día que la conocí, Ella dirigía un estudio o un trabajo, supuestamente estaba de jefa o era parte de un equipo de trabajo y si no fuese porque hablaba algo entonada ni me hubiese percatado de su existencia. Llevaba unos atuendos muy claros en color, sus ojos acorralaban el cabello negro que tenía y que de vez en cuando caía a un costado de su rostro, caminaba apresurando el paso y desatando interrogantes que yo debo afirmar no le di ni la más mínima importancia, inclusive hoy, sólo su mirada y sus palabras me inquietan y me atisban de electricidad, pareciese que fuese ayer, hoy para mi es diferente, es ¡todo creo!
Bueno en vista que habíamos quedado en una cita, decidí avanzar mi trabajo y hacerme tiempo porque imaginaba una charla tensa y difícil, debía buscar la estrategia correcta, debía poner los valores y virtudes en la mesa de diálogo y tenía que triunfar en esta negociación a base de interpretaciones y promesas.
Antes del encuentro pactado, recordé el día en que Hector hablo de las diecinueve formas de acabar con uno mismo cuando ya se había cumplido con todo técnicamente, recordaba a Santiago llamando por el móvil a 3700 metros de altura, recordaba que mi vida era intransigente y pacífica. Me identificaba con el patatús del niño malcriado. A veces no comprendía que la moral es hija del tiempo y de las costumbres, todo lo horrible y prejuicioso de antaño en estos tiempos es motivo de burla y desazón, no encuadra con la vida tartamuda del pueblo. A veces recuerdo a Inés la niña que rezaba todo el día, que viajaba en culto y pasión, que decía ser virgen y entregada a Dios ya que como la escuche varias veces su esposo era EL, lo recuerdo siempre por su ejemplo en palabras, pocas veces en hechos, Inés termino en un viaje del cual ya no volvió, ahora en estos días me escribe cada cierto tiempo, me suele decir que encontró la razón de su vida en Oriente, otras veces en Occidente, imaginó que le va bien, pues, si la recuerdo es porque quisiera compararla a Ella, a la chica del presente, a la que la vida le fue dando facturas de montos insuperables, cargas obsesivas de emoción; ambas mujeres son diferentes, una es de cristal y la otra de porcelana, tienen dibujos incrustados, son ambivalentes al tiempo, son el éter hecho realidad, y ahora que lo pienso las deseo a destiempo tal como son, mi vida junto a la de Inés era utópica, no podía imaginar estar a su lado cuidándola, escuchándola, atendiéndola, viviendo sus sueños, sus oraciones, sus quehaceres; cuando la abordaba por la calle siempre fijaba una sorpresa en sus ojos tal cual puritana se escandalizaba con lo pagano, recuerdo el día que lo conoció Hector, fue en la universidad, en una aula vetusta y alborotada, Inés se le acerco y a cada palabra espontanea y pura, Hector replicaba con el doble sentido que guarda nuestros diálogos de varón o macho, Inés acalorada o avergonzada reía y le increpaba algunas otras palabras dóciles, aquellos días se revivieron en mi mente cuando conocí a Ella, la niña destemplada por el carisma y su figura debilucha, pasmada de mucha vida, saturada de tanta lectura cuyos ojos negros albergaban lunas de resina en una montura flotante, Ella deseaba acariciar el romance antes de la vida laboral, vivía el abandono y el desorden de sus cosas porque los golpes habían sido en ambos lados, herir y ser herida, la rutina de la vida, lo más natural y una vez más preguntaba ¿Cómo muere el amor?
Faltaban varias horas para hablar con Ella y mis labores y obligaciones se reducían a los minutos, pronto llegaría la hora de las grandes decisiones, el minuto de aliento divino e imaginaba las palabras pronunciadas y la sorpresa en sus ojos.
- “Te quiero mucho” – Dame tiempo
Y Ella me observaría quizás confundida y/o sorpresa, una cachetada en el rostro mío diciendo: “Qué te has creído estúpido, crees que puedes venir y llamarme cuando quieres y decirme eso…”
Entonces yo reaccionaría diciendo: “Perdóname” y ahí caería las lágrimas en su rostro como toda mujer débil y pasmada de impotencia. En fin no podía esperar semejante espectáculo, así que decidí postergar la cita, no señor, con escándalos a mí, no.
Cuando llego realmente el día en que tenía que conversar fue instintivamente a regañadientes. Ella debía prepararse para el “NO” y yo después de haber pedido disculpas por la plantada estaría dispuesto a recibir lo que venga, y sucedió lo contrario, la vi llegar alegre como si nada hubiese sucedido, como si la vida fuera para todos iguales al día y la noche, si iba acercando y yo temblando y perdiendo el control y desfalleciendo escucharía: “Hola” y ahí nomas un beso en la frente, como quien perdona los daños, como quien entiende al estúpido, al débil, al atrevido, imagine que era burla pero no, las gentes son así, reaccionan de diferente forma, tiene sus berrinches, su carácter como dicen, tiene sus cositas, ¡ahí quién las entiende!.
- Perdóname
Y las palabras que vinieron después solamente acompañaron lo fundamental del pedido, estábamos estacionados en una calle lejana, poca gente deambulaba, la luz era vespertina, los autos repasaban en ambas direcciones mientras los dos estábamos en una verna que se había enquistado a una esquina, alejado quizás de la situación, la note algo dormida, en esencia cansada, sin embargo; su mirada me decía que me perdonaba, sentía sus esperanzas y yo analizaba cualitativamente cuales serían mis ventajas en una relación así, donde podría llegar, que puerto avizoraría, que aguas tendría que beber, que sin fin de misterios tendría que develar, que fuerza inercial estaría al acecho, cómo me encuadraría en un futuro próximo, uhmm. Nos miramos unos minutos y recordé el primer beso que le había dado hace no se cuanto tiempo, décadas creo, bueno, tampoco era el momento, me acerque a Ella y le dije: “vamos a esperar un poco más, por favor, yo te quiero”, Ella se alegro y vi en su rostro Amor, no podía ser otro sentimiento, estaba llena de Amor…
Ese día fue de unos minutos de encuentro y así solían ser mis encuentros con Ella de minutos o algunas horas, no podía lograr el día completo, la noche entera, la semana ideal, el mes dorado, al año aletargado por la felicidad, toda la vida, todo me era difícil. ¿Por qué me preguntaba?
Cuando llego la semana, las cosas habían cambiado, intentaba descubrir el pasado, que incisiones tenía en el corazón, como se habían anquilosado los principios fundamentales de la vida, mi situación dependía de cosas que no conocía, técnicamente creo que no las conocía, no sabía que el Amor te podría poner en otro plano, ni lo presentía, es más creo que ni me interesaba, pues, a pesar de recordar la mirada de Ella, sabía que no debía confiar, algo intuía en mi ser de que las cosas no se darían, y no habría motivo de relación, uhmm, si es que así se puede denominar a esta figurilla.
No pasaron días, para nuevamente poner en cuestionamiento lo que yo imaginaba del Amor, consulte con Hector y Santiago y obviamente se reían de mí, me decían: “mira, te vamos a hablar como tus hermanas, ve con cuidado, no confíes, no arriesgues, además, que sabes tú de entrega, jajaja”, alguien siempre me decía un argumento diferente, una conclusión diferente, unos consejos únicos, una solución, alguien había para orientarme, para guiarme y ahí nomás, Ella apareció y me dijo: “cuando vas a pensar por ti mismo” “deja que tu corazón te guíe, así es el tema del Amor”, y Yo no escuchaba, eso es chatarra, eso es baratija, tonterías, no sabe ni lo que habla decía muy opacado por mi direccionamiento, después, mucho después, cuando me tomaba por la mano sentí algo especial, en realidad, lo escuche por el viento…Ella decía: “Aprendí a no dejar de mirar hacia el futuro, que todavía hay muchos buenos libros para leer, puestas de Sol que apreciar, amigos que visitar, a quién amar y quizás recordar de aquellos animales y plantas que nos acompañaron por mucho tiempo” “Aprendí que cuando alguien aclara que se trata de principios y no de dinero o Dios, por lo general se trata de dinero o Dios”, “Aprendí que planear una venganza solo permite que las personas que nos hirieron lo hagan por más tiempo y sin razón”, “Aprendí a esperar con una alegría intensa en el pecho la sinceridad del Amor”, “Aprendí que compartir un pedacito de chocolate, es más que hablar de Jesús”, “Aprendí que el beso menos esperado es en realidad el que más esperamos” ”Aprendí a sentir el vuelo de las aves por un amor al cielo que me acompaña cuando camino, no cuando vuelo en mis ideales”, “Aprendí a escuchar sin ser escuchado, a reír sin ser sonreído, a besar sin saber besar, a entregarme sin saber que entregaba, a sentir sin saber que esperaba, a llorar sin lagrimas en mi corazón”... Entonces dije: “No señor, el diablo esta por acá”, pare nuevamente y aunque Ud. no lo crea, le dije: “un momento, mañana te llamo” y me fui, la deje colgada con su cantaleta y el sermón de la montaña, a mi con esas cosas, no, no. Me desdibuje y creía caer en nostalgia, en depresión creo, no la volví a llamar, Ella intento varias veces ubicarme y siempre me negué, no deseaba saber nada, la evite con algo que me retorcía en el corazón, inclusive Hector y Santigo me dijeron en coro: “Déjate de huevadas y ve a buscarla, que crees que estás haciendo” “No todo el mundo va pensar como tú, no seas gil”, pensé varias veces y la fui a buscar, al día siguiente, a la semana, en su casa que nunca conocí, que nunca llegue a entrar en la sala, ni a la puerta, me enfrente con sus perros, con sus padres, con sus hermanos, con sus inquilinos, con su barrio, con todo lo que había, pero no había rastros de Ella, solamente me dijeron que se había ido de viaje, así que decidí buscarla en los terminales, en las hojas de itinerarios, en el reporte de pasajeros, en los documentos, en todo lugar que pueda leer, la escribí, la llame mil veces al móvil, le deje mensajes de voz, le dije: “TE AMO”, me conseguí todas las direcciones de sus familiares en todo el país y tome la mochila, fui tras Ella, antes había dejado mensajes y avisos por todos los lugares que habíamos caminado, pague a los niños para que me dijeran si la reconocían, entonces ahí nomás aparecería; y viaje, la busque en esos pueblos, en esas ciudades, en esos laberintos, en esos ideales, en esos sueños, en esos sus viajes que me comentaba, rebusque los lugares por donde Ella me decía que algún día estaría, las lagrimas iban de noche en noche estampadas a mi vientre, a mi ser, y me preguntaba una vez más ¿Cómo muere el amor?, caminaba por calles extrañas y creía verla, cada familiar suyo me miraba extrañado e inclusive me sentían pena, no había rastros de Ella, esa mujer que decía que me amaba, que yo simplemente no la entendía y que ahora a tanta distancia la atesoro, la extraño, revisaba los correos a diario y dejaba los nombres a sus cien poemas que escribió, y entonces mis lagrimas caían y la gente extraña de esas ciudades me decía: “Joven se le ha muerto alguien” y yo asustado decía: “El Amor de mi Corazón”, no había fuerzas para continuar, y a pesar que desfallecía, algún halo de esperanza aparecía hasta que llegue a la frontera y no di más, había navegado demasiado, he viajado en sueños y he amado a indiferencia y en abundancia y he quedado estancado en la frontera de mis ideales, mis principios, te he querido pero tú no más entendido (y sigo con la cantaleta) y ahora que doy media vuelta te tengo que decir: ADIOS, y así me fui con un dolor amargo en el pecho y decidí no volver a enamorarme, claro está, sufrí. Esto me llevo a no mesclar agua y aceite y apareció lo que tenía que aparecer, me embarque en un viaje profundo, una depresión que comenzó con la negación, me negaba aceptar que no la haya encontrado, me inunde en llanto nuevamente por enésima vez, en desaliento ¡Santo Cielo! ¿Por qué? Y daba vueltas en el cielo, luego aparecieron los recuerdos, aquél primer beso y no sé si odie, regrese alcanzado por un proyectil que me dejo ciego y en la oscuridad, aquellos días cuando arribe al epicentro del terremoto todo se desvaneció, un desgano aclaro mi panorama, se había ido como el viento de a fines de Agosto, como el último humo de la hoguera, como el último aliento de vida, se había ido con esos ojos que me regalaron Amor, se llevo seguramente mi Amor y no lucho, y así nomás, un correo apareció, una fotografía de un pueblo lejano con niños a su alrededor, estaba feliz, más abajo con letras grandes decía: “¿COMO NACE EL AMOR….?”
WILLKANINA 2008

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